La visión de la arquitectura interactiva lleva mucho tiempo inspirando a los arquitectos sobre edificios que escapan a la noción de la arquitectura como fondo pasivo y estático de nuestra vida cotidiana. Ya en la década de 1960, los diseñadores imaginaron un futuro en el que los edificios podrían desplazarse, las paredes podrían moverse o los techos podrían cambiar. Vieron el potencial de estos cambios dinámicos para facilitar espacios multifuncionales que reaccionaran o se adaptaran a las necesidades de los ocupantes. Recientemente, a medida que las innovaciones tecnológicas pertinentes, como la fabricación digital, la detección omnipresente, el accionamiento mecánico o la inteligencia artificial, se hacen accesibles y asequibles, están surgiendo oportunidades revolucionarias para materializar estas visiones. Los esfuerzos en el campo de la arquitectura interactiva, sensible, adaptativa o inteligente demuestran que es posible mover robóticamente muebles, paredes, techos o incluso estructuras. Sin embargo, a pesar de que la arquitectura es cada vez más activa, todavía no está claro cómo estos cambios dinámicos influyen en la forma en que las personas perciben, interpretan o experimentan el entorno construido. 

En esta investigación, exploramos el espacio de diseño de la arquitectura interactiva, es decir, la interacción de los seres humanos con y a través de la arquitectura dinámica de tamaño natural. Nuestra hipótesis es que la arquitectura interactiva no sólo puede permitirse o resistirse a las actividades humanas mediante la manipulación de las cualidades espaciales, sino que su comportamiento dinámico también puede generar nuevas experiencias hedónicas que quizá sean incluso más convincentes que las de la arquitectura “estática”. Desplegamos varios prototipos de arquitectura interactiva con accionamiento físico en contextos realistas para comprobar empíricamente su impacto. Descubrimos pautas de cómo y cuándo debe moverse esa arquitectura para beneficiar la experiencia humana. Dado que hay pruebas de que la arquitectura “estática” influye en nuestra salud y bienestar, y mejora nuestra calidad de vida; si los arquitectos pueden hacer uso de la temporalidad como herramienta de diseño, existen las posibilidades de diseñar futuros espacios interiores no sólo más flexibles y funcionales, sino también más placenteros y saludables.